Mañana de jueves

Hoy, a las 5:30 de la mañana, explotó un carro bomba en las instalaciones de Caracol Radio en Bogotá. La hora en que ocurrieron los hechos permitió que los resultados no pasaran de algunos heridos leves y daños materiales (alrededor de 500 casas destrozadas).

El hecho ocurrió días después de que los presidentes de Colombia, Juan Manuel Santos, y Venezuela, Hugo Chávez, se reunieran para restablecer relaciones.

Si bien es temprano para señalar culpables, lo único claro es que el terrorismo se mantiene vivo y que cualquier solución que se creyó alcanzar al respecto en años anteriores, sólo fue temporal.

Por ahora no queda sino sentirnos afortunados de que esta explosión no afectó la vida de ninguna persona, pero tristemente sí dejó el resurgimiento del miedo colectivo, el mismo que nos invadió en la época del narcoterrorismo entre los años 80 y 90, y que todavía se mantiene en las mentes de muchos.

Más de una generación todavía recuerda las explosiones ocurridas en 1989, como las bombas al periódico El Espectador y al Departamento Administrativo de Seguridad (DAS). Yo tengo el duro recuerdo de dos personas de mi familia, quienes llegaron al DAS a trabajar justo diez minutos después de la explosión y luego de ver la destrucción de la que la vida los habría librado escasamente tuvieron fuerzas para tomar un taxi e irse a mi casa. Allá llegaron con sus tres pequeños hijos en brazos (lo usual era que los dejaran en la guardería que les ofrecía la empresa), sin poder hablar, llorando, aterrados de lo que habían visto. Los hechos de la época se atribuyeron a El Cartel de Medellín y a sus jefes máximos Pablo Escobar y Gonzálo Rodríguez Gacha.

Confiada que esta vez sólo sea un brote terrorista pasajero, por ahora debo salir a las calles de la ciudad de New Jersey en la que vivo desde hace una semana. No dejaré de sentirme un poco irreal, rodeada de gente en su propia tranquilidad, saliendo a sus oficinas o paseando sus perros, mientras por mi cabeza pasan las imágenes de este nuevo atentado que ocurrió en mi país, el pedazo de tierra que más espacio ocupa en mi cabeza.

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